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Luces y sombras de la subida del SMI

Resulta obvio que, en un primer momento, la noticia “es buena”; ¿porque no íbamos a querer que el SMI o salario mínimo interprofesional no se incrementara? ¿Quién no podría querer que las personas que obtienen esos ingresos cada mes mejoren y vean incrementado el salario que llevan a casa?

Seguro que la respuesta a estas preguntas para casi todo el mundo es la misma, pero la realidad puede ser distinta, que el salario mínimo interprofesional para el año 2019 pase de 735,90 euros a 900 euros, lleva aparejadas una serie de repercusiones de carácter económico que deben ser tenidas en cuenta previamente.

Empecemos recordando qué es el SMI: la cuantía retributiva mínima que recibe cualquier trabajador referida a su jornada legal de trabajo sin distinción de sexo, edad, o tipo de contrato. Este salario es fijado por el Gobierno de España cada año y toma como referencia, entre otras cosas, la productividad media o el IPC.

Y es precisamente en referencia a la productividad donde surgen los primeros escollos; un trabajador que cobre el SMI debe generar para la empresa una productividad al menos igual a su salario, porque, al contrario, no resultaría rentable su contratación, por lo que, ¿qué ocurrirá si se incrementa el SMI en un 22,3%? Por un lado, los empleadores tendrán que asumir unos gastos mayores por lo que no se está incentivando el empleo sino más bien lo contrario; y, por otro lado, es posible que en determinados sectores o colectivos como los jóvenes e inmigrantes, se concluya en que ya no sea rentable contratar a personal dado que la productividad de estos trabajadores tendría que ser superior a 900 euros para que fuera rentable su contratación, lo que nos podría llevar a una situación de crecimiento en el “empleo sumergido”.

Entonces, ¿cuáles son los motivos que llevan a incrementar el SMI en porcentaje tan elevado?. Básicamente, que subirán los ingresos de la Seguridad Social debido al mayor coste que supondrá la contratación; siendo así que los empresarios serán finalmente los que soporten este coste dado que las bases mínimas de cotización, sobre las que posteriormente se aplican los tipos de cotización, suben en función del SMI, y las pagan, en mayor medida, los empresarios.

Existen teorías de todo tipo sobre lo que ocurrirá a partir del 1 de enero de 2019, pero habrá que esperar para ver cómo se comporta el mercado y que ajustes conlleva, esperemos que todos positivos.

 

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Ana López