¡Llegó la época del año más festivalera! La subida de las temperaturas, el verano a la vuelta de la esquina y las ganas de pasarlo en grande al ritmo frenético del cabeza de cartel de turno…
Estos super eventos proliferan cada vez más y de formas muy diversas: Los macrofestivales capaces de absorber la oferta de servicios de pueblos de no más de 2.000 – 3.000 habitantes, cientos de km a la redonda de su escenario principal. Los hay diarios, con un único escenario o varios, para todos los públicos, con carteles secretos, pop, rock, indie, reguetón, alternativos… en definitiva, tantas posibilidades como gustos.
Como gustos y como capacidad adquisitiva tengas, dado que, la explotación de un sector que facturó 459 millones de euros en los más de 900 eventos celebrados en el año 2022, no se debe precisamente a sus bajos precios. El valor medio de las entradas ronda entre los 80€ y 350 €. Sin poder entrar con bebida ni comida, coger fuerzas dentro, puede costarnos al día entre 30 y 50 euros. A todo eso le sumamos el alojamiento, desplazamientos, extras y un finde de festival nos puede salir por más o menos 300€ (dentro de la península).
Detrás de esa cortina publicitaria donde se vende la idea de que el desarrollo de estos festivales sirve para visibilizar y situar muchos pueblos en el mapa -además de un impulso económico durante los días del evento- existe una realidad en la que cada vez más ayuntamiento y pedáneos quedan atados de pies y manos ante la gran industria del espectáculo.
“Esos festivales que situaban en el mapa a localidades desconocidas, fueron creciendo hasta volverse eventos monstruosos que secuestran ayuntamientos. Exigen cada vez mayores ayudas bajo la amenaza de mudarse a una localidad vecina…”
Así es como Nando Cruz (periodista) critica en su libro “Macrofestivales. El agujero negro de la música” éste y otros aspectos adyacentes a un nuevo sector que recibe tal apoyo institucional, que ha terminado por convertirse en poderosas empresa. El año anterior a la pandemia, más de 6,6 millones de personas asistieron a eventos de este tipo y a la espera de un nuevo recuento, se prevé que este verano la cifra aumente.
Nando no deja escapar la oportunidad de sacar a la palestra temas más escabrosos y de los que no somos tan conscientes que acarrean estos macrofestivales. “¿Cómo afectan estos eventos a los vecindarios que los acogen? ¿Cuánta basura producen?, Son temas que no tenemos en cuenta cuando hablamos de macrofestivales y sin embargo también repercuten a las ciudades y pueblos donde se instalan.”
Entonces, ¿Quién necesita más a quién? Pues en mi opinión, podríamos decir que los festivales más modestos, quizás si se beneficien más de esta masa promotora para llevar a pequeños pueblos o ciudades un flujo de trabajo y dinero que supone más ventajas que desventajas, mientras que, los macrofestivales no desperdician la posibilidad de asentarse en un lugar con más peso como puede ser Barcelona, que ya tiene un atractivo por la ciudad que es y no porque se celebre el Sónar o el Primavera Sound.
blázquezASOCIADOS
Fiscal
Vicrtoria Gómez