¿Lo notáis? ya se respira por cada esquina, en cada terraza de bar, en los parques y en las puertas de los pueblos. Llegó el momento de cambiar el asfalto por metros y metros de arena y agua salada, por piscinas infinitas, poner a remojo los pies en el rio y largas siestas a la sombra de alguna morera.
Las vacaciones que tanto se hacen esperar, están a la vuelta de la esquina y aunque los más pequeños ya disfrutan de ellas desde hace unos días, a algunos y algunas se les va a hacer más cuesta arriba estas semanas que la propia cuesta de enero.
El derecho a este disfrute y desconexión es muy antiguo, aunque con matices. Si bien es cierto que los romanos, amantes del hedonismo y el disfrute por la mera vida contemplativa, ya reconocieron un día de descanso anual para los esclavos en tiempos de Tarquinio el Soberbio, -último rey de Roma – a lo largo de la historia, el tiempo para la improductividad ha estado muy mal visto o supeditado a rituales y festividades en honor a cualquier dios o diosa. En la baja y alta edad media, tiempo de poca distracción y trabajar hasta la extenuación, los viajes y la diversión quedaban muy lejanos para las personas de a pie. Las gentes pudientes: marqueses, condes y duques competían a ver quién conseguía la villa más lejana y lujosa para pasar su estancia estival.
No es hasta el siglo pasado con el fin de la guerra, que las Naciones Unidas recogen en 1948 las vacaciones periódicas pagadas en su Declaración de los Derechos Humanos. Muchos países ya contaban con un “proto-proyecto” de vacaciones, es más, en España los funcionarios públicos – esos mimados del estado- tenían quince días de permiso desde 1918.
Hoy en día el Estatuto de lo trabajadores dice que como mínimo los trabajadores y trabajadoras poseen 30 días naturales o 22 días laborales de descanso, lo que nos sitúa por encima de la media, aunque después de este artículo alguno o alguna le dará una vuelta a lo de mudarse a cualquiera de los siguientes países donde tienen 30 días hábiles: Francia, Finlandia, Guinea, Kuwait, Libia, Maldivas, Nicaragua, Togo o Yemen.
El descanso es primordial y más en el mundo laboral en el que nos encontramos en estos momentos, para poder cumplir con las exigencias del mercado, donde la desconexión es cada vez menos real. Las nuevas tecnologías nos han facilitado la disposición y la capacidad de estar al tanto de lo que se acontece en la oficina o en la empresa, hasta cuando nuestra jornada laboral acabó hace ya unas horas.
Esto que a priori parece un avance, dado que los servicios se vuelcan cada vez más a los clientes, genera que los empresarios y trabajadores tengan que realizar malabares entre su vida laboral y personal y poder así, cumplir con las expectativas y no ser señalado por los demás como el que no atiende el teléfono cuando ocurre cualquier cosa. Tanto es así que hasta se le ha puesto nombre: worktation (trabajar desde el destino de vacaciones) o el flexiworking (trabajar sin horarios).
Como es de esperar, estas nuevas costumbres no generan esa sensación de vuelta de las “vacaciones” y esa paz mental que necesitamos para volver a la carga.
Os propongo que para que seáis más felices a la vuelta de vuestras vacaciones, afrontéis este periodo que se nos avecina, llevando la palabra Vacaciones – del latín vacare que significa estar vacante u ocioso- a su máximo esplendor. Descansar, desconectar y disfrutar de nuestro tiempo libre de verdad. Conseguir sacar tiempo para aburrirnos y promover el derecho a no hacer nada, como objetivo para este verano.
blázquezASOCIADOS
Victoria Gómez
Tributarios